lunes, 17 de noviembre de 2014

Qué calor



Casi 40.000 visitas a nuestro pequeño homenaje a Javier Guibert. Cómo arrastran las grandes personas y cuánto calor, por la parte que nos toca. No nos va a hacer falta calefacción en todo el invierno.


Impresionante lo de las redes sociales. Mil gracias por el apoyo y todas las historias personales que nos han llegado estos días. Menudo colchón blandito en el que apoyarse para descansar. Esperamos que nuestra historia también ayude a otros. Estos bebés son más fuertes que un rayo.






miércoles, 12 de noviembre de 2014

Maldita ola


Miro a nuestro pequeño y no puedo evitar recordarle, un mes después de aquella pésima noticia que no queremos acabar de creer. Su muerte. En mi cabeza resuenan el eco de sus consejos, sus explicaciones, su interés por nuestro estado de ánimo y nuestro descanso.

"¿Qué tal estáis?", solía preguntar, al acercarse a la incubadora para darnos el parte de cada mañana. Y nosotros contestábamos haciendo alusión al bebé: "Parece que está mejor que ayer, más tranquilo al menos"; "Se le ve molesto porque no hace cacas"; "Hoy está sonriendo más que nunca"...

"No. Pregunto que qué tal estáis vosotros", aclaraba. Y te descolocaba.

Cómo estaba nuestro bebé ya lo sabía él, mucho mejor que nosotros. Fue uno de sus quebraderos de cabeza de la pasada primavera. Tuvo que pensar y repensar mucho para darle el grandísimo empujón que necesitó para seguir entre nosotros. Lo logró. Un nuevo reto superado, acumulado a muchos otros. Cientos.

Así era Javier Guibert, el médico que sacó adelante a nuestro hijo, su diminuto tocayo, un trocito de vida que llegó a sus manos con 730 gramos y unos pulmones pobres de solemnidad.

Nos explicó decenas de veces lo que le sucedía a nuestro pequeño con palabras muy parecidas a éstas: "Es como si Javier tuviera una ola a la altura de la nariz. Él lucha por respirar, hace un esfuerzo tremendo por permanecer a flote, pero cualquier movimiento del mar por mínimo que sea provoca que se ahogue. Es un desgaste muy importante, como si estuviera todo el tiempo corriendo un maratón. Lo que tenemos que intentar es que esa ola que ahora le ahoga vaya bajando de nivel".

La metáfora de la ola. La metáfora del maratón. Sus jarros de agua fría, servidos en ocasiones de dos en dos, para que no bajáramos la guardia. Todo sirvió para bien. Nos curtió y ayudó a partes iguales.

Contra lo que la gente pensó al conocer el abrupto final de mi embarazo, nuestro drama no fue tan grande precisamente gracias a él. Nos hizo sentir en las mejores manos. Vislumbramos desde el principio una persona brillante, un genio del gremio, un sabio de los que abren caminos. Un insustituible de mirada aguda, pocas palabras superfluas y buena puntería. Secó nuestro caudal de lágrimas para llenarlo de ganas de salir adelante.

Nos implicó como padres en la tarea hacer progresar a Javier haciéndonos creer en la importancia crucial del método canguro y la lactancia materna, aunque nosotros en el fondo nos sabíamos prescindibles, rendidos a la evidencia de que sin él y su equipo no había mucho que hacer.

Guibert ha sido uno de esos seres que te encuentras en el camino y te recuerdan el modelo de persona que te gustaría llegar a ser. Hoy es ese ángel que sentimos revoloteando sobre nuestras cabezas, vigilando cómo evoluciona nuestro pequeño, corrigiendo, señalándonos lo esencial para que no nos distraigamos con lo prescindible.

Desde luego que yo ya voy tarde para llegarle a la suela de los zapatos, pero siento -y el padre de la criatura conmigo- que no podemos tener mejor referencia para encaminar los pasos de este otro Javier que ocupa nuestros días (y noches). Un superviviente que representa solo una pequeña parte del inmenso legado de bebés prematuros que han renacido en los últimos veinte años bajo la batuta de Guibert.

De su mano lucharemos por subir a lo más alto de las olas que aún nos acosan.

Malditas olas. Tan crueles. Tan inevitables.

Allí arriba, en la cresta, nos encontraremos. Tan ligeros como espuma.