miércoles, 7 de octubre de 2015

Agur, ama


Hoy la ama habría cumplido 60 años. Ya estaba alguna amiga organizándole una fiesta de cumpleaños en el hospital. Menuda iban a armar, jaleosas ellas, pero no ha podido ser.

Va a resultar difícil quitárnosla de la cabeza, se ha metido bien dentro.

Me asalta su imagen mientras ando por la Estafeta, ordenando facturas, leyendo la sección de cartas al director del periódico, limpiando alubias verdes, secándole el pelo a Javier con una de sus toallas y hasta comprando un boli en el chino.

- "Os escribiré desde donde esté", me dijo, esotérica ella.
- "A mí no me andes con sustos raros", le corté.

Así que andará removiendo Roma con Santiago para encontrar la manera de hacerlo. Vamos, que si no llega carta para mí será la prueba definitiva de que no hay comunicación posible entre este mundo y el otro.

Ha sido un año muy malo, con cuatro pérdidas que han teñido de negro oscuro este blog, desde aquel horrible accidente que se llevó al médico de nuestro pequeño en octubre de 2014, pasando por la pérdida de la tía Consuelo, la abuela Pepita, la tía Tere y ahora ELLA. No quiero escribir más cosas tristes, pero tampoco puedo obviarlas, porque si no la historia no sería completa.

Vamos 5-2, que dice mi santo, leyéndome el pensamiento. Bitxin y Saray han remontado dos situaciones muy difíciles y apuntan a goleada, no hay que olvidar las cosas buenas.

Recupero los textos que leímos en la despedida de la ama, el viernes, para los que os ha quedado la pena de no poder estar. Y, ya puestos a compartir intimidades, enlazo también el álbum que le hicimos para su último cumpleaños, para repartir un puñado de sus sonrisas.





Flores en esta iglesia hoy no faltan, no sirven de consuelo, no alegran este día ni nos devuelven a nadie a la vida. Si así fuera, cada uno nos preocuparíamos de siempre entregar flores a las personas que queremos continuamente. Estas flores son de respeto en el día del adiós, como el último regalo que hacemos a Txaro. Flores compensado las que ella en el día a día nos entregaba con pequeños o grandes gestos y detalles. No es cuestión de numerar ahora las múltiples “flores” que a todos siempre entregaba; cada uno ya las conocemos según el ámbito en que convivíamos con ella. Con la familia, con sus amistades, en el trabajo, la villavesa,…

La relación yerno-suegra puede ser crítica; no es mi caso. Tengo la casa llena de “flores” de ella, en forma de toallas bordadas en punto de cruz con mi nombre, libros, regalos variados e infinidad de cosas en el recuerdo de momentos vividos; también algún kilo de más. Porque en este asunto y debe ser generalizado en suegras, 14 costillas de cordero le parecía que era lo normal y te las tenías que comer. Podías evadirte un poco preguntando con antelación si había postre y así solo comías 10 y media tortera de 12 raciones de goshua. También quiero recordar las “flores” en forma de cariños, de besos y de múltiples juguetes para su nieto. Nieto al que adoraba; yo no he visto a nadie gritar tanto de alegría como el día que le dijimos que iba a ser abuela.

Estas palabras de recuerdo son mi última flor.




Primero devolveros los besos que me habéis dado para mi hermana Amaia, que se está recuperando de una operación y no ha podido venir. Ya sabéis que ella es la que más y mejor ha cuidado a la mamá, junto con mi padre, que le ha cuidado como nunca. Yo bastante menos, porque ella misma se ponía en plan ordeno y mando para que me centrara en bitxin, su prioridad desde que supo de su existencia, allá por la semana 12 (quién nos iba a decir lo pronto que íbamos a conocer al trasto de la casa).

Siento deciros que a mi madre y a mí se nos ha secado el tintero en los últimos días. Esto tan triste y feo que nos ha pasado nos ha dejado sin palabras, pero algo había que hacer.  Bueno, miento en eso de que se nos había secado el tintero. A última hora nuestra madre ya tenía en mente tres o cuatro de sus famosas cartas al director para agradecer el trato al personal del Oncológico y para trasladar a papel su agradecimiento por todas las buenas emociones que le habéis hecho sentir estas últimas semanas. Pero se nos ha ido antes de poder empezar el cuaderno.

Yo ya sabéis que si me pongo a contar no acabo, ya le avisé al sacerdote. Podría hablaros de esa infancia txantreana de familia numerosa que tanta envidia daba, de las cajas de pastas de Reglero comidas de una sentada corta entre los hermanos y los desayunos con moscatel los días de cumpleaños, y de ahí directos al colegio (qué dirían ahora las autoridades). Podríamos hablar de sus felices años en la coral, de las jornadas de puertas abiertas en su piso de la Estafeta, de cómo montó esta familia tirando del carro como una mula, de todas las asociaciones con las que colaboró, de cómo cuidó a la abuela, de su asombrosa capacidad para crear cuadrillas de la nada, del amor ciego que sentía hacia su nieto...

Pero como de su vida sabéis de sobra, solo os voy a contar algún detalle de sus últimos días, que han sido una lección para nosotros. Lo que nos llevamos de estos meses tan duros es la suerte de haber conocido un poco más de cerca a ese plantel de amigos premium que se gastaba. Personas de todo tipo y condición que nos han arropado y respetado todo este tiempo. Qué amigos, madre mía, con lo difícil que es tenerlos, y que pila tenía. La mayoría mujeres fuertes, buenas y con ganas de todo, como ella.

La semana pasada se quedaba mi madre a cuadros cuando Pili le despidió diciéndole que le "había ayudado mucho". "¿En qué le he ayudado yo? Si no hecho nada especial, que yo recuerde". Se preguntaba después. Yo lo puedo intuir. La habilidad que tenía nuestra madre era la de hacerte sentir capaz de todo. Se pasaba tres pueblos, porque si es por ella a nosotras sus hijas nos habría presentado a Miss Universo, nos habría dado cuatro doctorados directos y un puesto en la ONU, así de guapas y listas nos veía. Pero de ese optimismo loco suyo te quedaba un poso, un no sé qué, que al final te hacía de verdad sentirte capaz de un poco más. Y tú ibas y lo conseguías.

Para quien no la visteis al final, queremos deciros que, tras esa quimioterapia nefasta que sufrió, pasó sus últimas semanas bastante bien. Que disfrutó sus últimos ratos con amigos pese a que se resistía a estar con ellos, porque no quería hacer pasar a nadie el trago de verla mal. Que se lanzó a contarnos algún secreto inconfesable y reclamó conocer los nuestros, muy brava ella... Porque ha estado brava hasta el final, no creáis que perdió fuelle.

Como detalle de lo poco que necesitamos en esta vida, os cuento que dos de sus últimos placeres fueron los flashes de limón y naranja que le pasaban casi de extranjis Asier y Victor, los enfermeros que más cancha le daban allá en el hospital. Esa salsilla que tanto le gustaba a ella, más allá de cuidados básicos y protocolos.

El segundo gran placer de sus últimos días era oír correr el agua del baño desde su cama. "Déjala correr", decía. El agua del grifo, madre mía, que gusto le daba ese sonido. Cuánto me hizo pensar aquello.

También os cuento que llegó a ver los primeros pasos de Javierico desde su cama, otro alegrón que se lleva en la maleta. Lo que no conseguimos es ver el eclipse de luna del lunes. Mira que le volví loca, levantándome cada tres cuartos de hora aquella noche, convencida de que con la vista que teníamos al Perdón la cosa iba a ser espectacular. Pero solo conseguimos ver una luna chiquita con un manchurrón marrón. Un chasco. Pero ella, una vez más, me animó a intentarlo, sacrificando su descanso.

Se nos ha ido sintiéndose muy querida, lo repetía sin parar, se le veía abrumada. Y queremos que lo sepáis.

No sé qué vamos a hacer sin ti mamá.










2 comentarios:

  1. No se si nos mandará carta...pero estoy segura que este blog ya lo habrá descubierto media galaxia....

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  2. Querida Txaro:
    Hace más de un mes que nos has dejado. Todos los días te recuerdo, AMIGA.
    Llevo días pensando que este año está haciendo un otoño precioso. Con sus atardeceres anaranjados y brillantes. Casi sin nubes. Las hojas de los árboles parecen aterciopeladas, el sol las acaricia todavía durante horas. Dicen por ahí que el cambio climático se está notando.
    Y yo, Txaro, vas a decirme que estoy como una cabra pero… creo que eres TÚ. Es más, estoy segura de ello. Y digo yo… a ver si mi amiga se ha subido allí arriba una máquina mezcladora de colores y está haciendo de las suyas… Claro!!!. Por eso los colores son más bonitos que nunca…naranjas, rojos, azules, verdes. Todos mucho más intensos que otros años.
    Y sabiendo lo trabajadora que tú eres… estarás ya preparando el invierno. Este año seguro que va a nevar mucho. Los copos de nieve serán de color “blanco Armani”. Las gotas de agua dejarán el cielo de un tono gris “gazpeado”. Y para qué hablar del arco iris. Luminoso. Intenso. Y luego, harás salir el sol… de color ocre o igual de color melón.
    Querida amiga, en una ocasión me dijiste que, a veces, ciertas cosas cobran relevancia mucho tiempo después de haber ocurrido. Qué razón tenías Txaro. Poco antes de nacer mis hijos nos hiciste un regalo precioso: la pintura para el cuarto de Ane y Ander. Todavía recuerdo el día que fui a Juno. Y ahí estabas tú. Te veo perfectamente. Con tu bata blanca. Impecable, como siempre. Y tu boli metido en el bolsillo. Y tu carcajada sonora. Porque eres mujer de carcajadas. Jamás me he vuelto a reír de esa manera tan escandalosa. Sólo cuando TÚ me contabas tus cosillas.
    Mis hijos tienen tres años y medio. Ya ha pasado ese “mucho tiempo después de haber ocurrido”. Y todas las mañanas, cuando enciendo la luz, lo primero que vemos es tu regalo. Lila y salmón. Empezamos el día contigo cerca. Y lo terminamos también contigo. Lila y salmón. Y apagamos la luz. Hasta mañana Txaro.
    Mi hija Ane no comprende dónde estás. Pero sabe perfectamente que a Txaro se le quiere mucho en esta casa. Y que un día que estaba jugando en el parque del estanco, Txaro le compró una muñeca chiquitica que se lleva en una mochila. Y va corriendo al salón, coge su muñeca y la abraza. Y yo me emociono.
    Todos los días te recuerdo, AMIGA.

    Pili Antón

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