Ando yo buscando estos días un rincón de pensar y nada, no hay manera. Está siendo difícil encontrar un hueco. Pero hay un pensamiento que me ronda la cabeza y lo quiero soltar así, un poco en bruto, aprovechando que es el día de nuestras santas.
Madres del mundo: que os quede claro que nada hace más feliz a vuestros hijos que veros guapas, alegres, descansadas, realizadas, felices... Que sí, que muy cómodo encontrarte todo caliente y planchado en casa y abrir a tu antojo ese grifo inagotable de paciencia y fondos para buitres, pero que lo más importante, en lo más hondo de este pozo de yoísmo que somos los hijos, es veros bien.
Así que, primer mandamiento: amaros a vosotras mismas por encima de todo, que el prójimo ya se irá sacando las castañas del fuego. Menos andar con la lengua fuera para llegar a todo, menos sacrificios mal entendidos y traspasados casi intactos, generación a generación.
Ya sé que a la reina madre de mi casa todo esto le entra por un oído y le sale por el otro sin dejar huella, por eso lo pongo escrito y así le sirve de recordatorio las diez veces al día que entra a este blog para ver si hay nuevas historias de su nieto.
Algo de poso esperamos que le quede, ahora que anda por el taller de chapa y pintura, agobiada perdida por tener que centrarse un poco en ella misma, por primera vez en los últimos 36 años.
Que no tiene costumbre, ya se ve, pero va a tener que resignarse y aprender. Aunque sea por nuestro bien.
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